Hace unos cinco milenios, los antiguos sumerios empezaron a registrar información en tablillas de arcilla. Era el inicio de la escritura, pero no el final de algo más poderoso: la memoria humana . Durante siglos, antes de que existiera el papel o el teclado, recordar era vital para sobrevivir, comunicarse y preservar el conocimiento.
Los bardos memorizaban epopeyas completas, los navegantes almacenaban mapas mentales del cielo y los sabios transmitían tradiciones orales con precisión asombrosa. La memoria no era solo una función cerebral, sino una herramienta indispensable de la existencia.
Pero todo eso está cambiando. O mejor dicho, se está desvaneciendo con un “clic”.
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¿Cómo está afectando la tecnología a la memoria de la Generación Z?
La Generación Z —nacidos entre finales de los 90 y mediados de los 2010— ha crecido con Google en el bolsillo, Siri en el oído y TikTok en la palma de la mano. La información ya no se guarda en la mente: se busca. ¿Para qué memorizar algo si lo puedes “googlear” en segundos?
Estudios recientes confirman que los “zoomers” confían menos en su memoria y más en sus dispositivos. Este fenómeno se conoce como “efecto Google” o amnesia digital: el cerebro decide no almacenar ciertos datos porque sabe que puede acceder a ellos fácilmente después.
“Recordar ya no es necesario, basta con saber dónde buscar.” Esa frase resume una nueva era… pero también una pérdida silenciosa.
¿Qué consecuencias tiene esta pérdida para el desarrollo cognitivo?
El exceso de dependencia en los dispositivos digitales podría estar alterando la arquitectura cerebral. Neurocientíficos advierten que la memoria trabaja como un músculo: si no se usa, se atrofia. El resultado: menor retención, menor concentración y una capacidad reducida para el pensamiento crítico profundo.
El cerebro de un joven promedio hoy cambia de estímulo cada 8 segundos, menos que un pez dorado. Este bombardeo constante de notificaciones, videos y datos fragmentados entorpece la memoria de trabajo, esencial para razonar, planear y resolver problemas.
¿Puede una sociedad prosperar sin recordar?
Imagina un mundo donde las generaciones futuras no puedan recordar sin una pantalla frente a ellos. ¿Quiénes seremos sin nuestros recuerdos internos? Si bien la tecnología ha mejorado nuestra vida, también nos vuelve más dependientes de ella.
Cuando la memoria externa sustituye a la interna, la humanidad corre el riesgo de perder algo más que datos: podría perder la conexión con su identidad. La historia, las emociones, las lecciones aprendidas... todo eso vive en la memoria.
¿Estamos a tiempo de recuperar esta habilidad?
La buena noticia es que la memoria se puede entrenar. Técnicas como la lectura activa, la escritura a mano, el uso de mapas mentales o simplemente dejar el celular a un lado durante una conversación, reactivan conexiones neuronales dormidas.
No se trata de rechazar la tecnología, sino de encontrar un equilibrio. Enseñar a la Generación Z a convivir con sus dispositivos sin entregarles completamente el control de sus pensamientos podría ser la clave para conservar una de las habilidades más humanas que existen.
Una generación que lo recuerda todo… ¿desde la nube?
Mientras el conocimiento se acumula en servidores y no en cerebros, quizás debamos preguntarnos: ¿Qué pasará si un día falla la nube? Y lo más importante: ¿Qué nos quedará si olvidamos cómo recordar?
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