Durante siglos, las abejas han sido símbolo de trabajo incansable. En cada vuelo, en cada danza, se oculta una organización fascinante que ha cautivado a científicos, poetas y agricultores. Pero ahora, un grupo de investigadores ha descubierto algo aún más asombroso: las abejas descansan… y lo hacen de una forma que se parece mucho a nuestro sueño.
Todo comenzó en un laboratorio de neurobiología donde los científicos observaron comportamientos inusuales en algunas abejas obreras. En ciertos momentos del día, se detenían, bajaban su temperatura corporal y reducían su actividad cerebral. Al observarlas más de cerca, notaron que entraban en un estado de inactividad profunda. Lo que parecía simple fatiga resultó ser un verdadero estado de sueño.
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¿Cómo duermen las abejas?
Las abejas no tienen párpados, así que no cierran los ojos como nosotros. Sin embargo, su cuerpo adopta una postura especial: bajan la cabeza, pliegan las antenas y relajan completamente sus alas. Es un momento casi solemne: el bullicio cesa, y por unos minutos, incluso la colmena parece contener el aliento.
Además, se ha descubierto que estos períodos de descanso siguen un patrón circadiano, es decir, un ciclo diario como el que regula el sueño humano. Las abejas tienden a dormir durante la noche, y su sueño puede durar varios minutos, especialmente después de tareas intensas como recolectar néctar o defender la colmena.
¿Qué funciones cumple este sueño en las abejas?
Dormir no es un lujo ni un accidente evolutivo. En las abejas, el descanso cumple funciones vitales: consolida la memoria, fortalece el aprendizaje de rutas de vuelo y mejora la comunicación entre miembros de la colmena. Al igual que en los humanos, la privación del sueño en abejas causa desorientación y errores en tareas complejas.
En un experimento, algunas abejas privadas de descanso mostraron problemas al ejecutar la “danza del meneo”, su método para señalar fuentes de alimento. Cometían errores en la dirección o la distancia, afectando a toda la comunidad.
¿Las abejas pueden soñar?
Esta es una de las preguntas más fascinantes del estudio. Aunque aún no hay una respuesta definitiva, los investigadores han registrado movimientos rítmicos en las antenas y ligeras contracciones en su cuerpo durante el sueño profundo. Estos indicios podrían ser señales de que las abejas experimentan algo similar a la fase REM humana, donde ocurren los sueños más vívidos.
Es un campo emergente, pero la posibilidad de que estos pequeños seres tengan algún tipo de experiencia onírica nos conecta con ellos a un nivel emocional y biológico mucho más profundo de lo que imaginábamos.
¿Qué implicaciones tiene este hallazgo para los humanos?
Más allá de la fascinación científica, entender el sueño en las abejas podría ayudar a mejorar prácticas de apicultura, cuidando los tiempos de descanso en las colmenas y reduciendo el estrés que genera el entorno agrícola moderno. También abre puertas al estudio comparativo del sueño entre especies, y a cómo la evolución ha moldeado esta necesidad universal de “desconectar” del mundo por un momento.
Además, este descubrimiento nos recuerda algo esencial: incluso los seres más pequeños y aparentemente incansables necesitan parar, respirar y recargar fuerzas. Y si las abejas, símbolos del trabajo y la productividad, pueden tomarse un descanso… tal vez nosotros también deberíamos hacerlo más seguido.
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