La tradición del Día de Muertos en México es una celebración rica en simbolismo, donde se honra la memoria de los seres queridos que han partido. Una de las manifestaciones más hermosas de esta festividad es la elaboración de altares o ofrendas, que se convierten en puentes entre el mundo de los vivos y el de los muertos.
La costumbre de colocar ofrendas se remonta a las antiguas civilizaciones mesoamericanas, quienes creían en la existencia de un más allá y en la importancia de mantener un vínculo con sus ancestros. Con la llegada de los españoles, estas creencias se fusionaron con el culto católico a los santos, dando origen a la celebración que conocemos hoy en día.
¿Quiénes son los destinatarios de las ofrendas?
Tradicionalmente, las ofrendas se dedican a los familiares y amigos que han fallecido. Sin embargo, existen algunas particularidades y creencias regionales que pueden variar la composición y los destinatarios de estos altares.
- Ancestros: Los antepasados directos, como abuelos, padres y bisabuelos, suelen ser los principales homenajeados. Se cree que su sabiduría y protección continúan guiando a sus descendientes.
- Amigos cercanos: Aquellos amigos que han dejado una huella profunda en nuestras vidas también merecen un lugar en la ofrenda.
- Niños: Los niños fallecidos son recordados con especial cariño, ya que se considera que su alma es pura e inocente.
- Famosos o personajes históricos: En algunas regiones, se acostumbra incluir figuras admiradas o que han marcado la historia, como artistas, escritores o revolucionarios.
¿Por qué no se pone ofrenda a un recién fallecido?
Esta es una pregunta muy común y la respuesta se encuentra en las creencias tradicionales. Según estas, se cree que el alma de una persona recién fallecida aún se encuentra en un proceso de transición y debe recorrer un camino antes de alcanzar su lugar definitivo en el más allá.
Al colocar una ofrenda a un difunto reciente, se corre el riesgo de interferir en este proceso y evitar que el alma encuentre la paz. Además, se dice que el espíritu podría sentirse atado al mundo terrenal y no poder continuar su viaje.
Por esta razón, es común esperar un tiempo determinado antes de dedicar una ofrenda a un fallecido reciente. Este periodo varía según las costumbres de cada región, pero generalmente se considera que un año es un tiempo suficiente para que el alma complete su transición.
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