Curioso método contra la histeria de las mujeres en el siglo XIX

Conforme avanza la ciencia también lo hizo la sociedad, por lo que algunas “soluciones” pasadas, nos puden arrancar una traviesa risa.

Jessica Martin
Tendencia y Viral
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Por largos cientos de décadas las mujeres han sido interpretadas como “intensas”, “lunares”, (por la estrecha relación de las mareas con el satélite natural de la tierra y cómo eso se podría o no reflejar en los ciclos menstruales de las mujeres), emocionales y hace doscientos años, una de las palabras favoritas era “histéricas”.

Dejando de lado si eso está bien o mal o los conceptos que podríamos tener ahora sobre equidad, paridad e igualdad de género, así como el comprender que las emociones y sus respectivos trastornos psico-emocionales no son sólo de mujeres sino también de hombres y eso no los hace menos sanos, sino simplemente como complejos seres que como dice la palabra “sienten”.

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La histeria como un “mal” femenino

Ahora bien, retomando, decíamos “histeria”. Se consideraba “histéricas” a las mujeres que tenían una crisis emocional por estrés, que bien pudiera ser lógica si consideramos que hace doscientos años la mujer sólo servía como ama de casa, madre y monja, el estrés social de la “perfecta esposa” y “damita refinada” o simplemente por toda la responsabilidad de complacer al marido, padre, hijos, sociedad y hasta al sacerdote de la comunidad si era el caso con cómo “administraba su hogar”.

Así pues, cualquier mujer que en el siglo XIX viviera en la cultura occidental y cumpliera con todos o algunos de los siguientes síntomas como desfallecimientos, insomnio, retención de fluidos, pesadez abdominal, espasmos musculares, respiración entrecortada, irritabilidad, fuertes dolores de cabeza, pérdida de apetito, podría considerarse como claramente una paciente con “histeria”.

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La maravillosa “solución” a la histeria

Si bien muchas féminas actuales podrían ofenderse por ser prácticamente tratadas como “locas intensas” ante lo dicho anteriormente y la mayoría de los médicos hoy día morirían de un ataque de risa por la “sintomatología” del “complicadísimo”, (sí es sarcasmo), caso que los médicos tenían entre manos.

Preparen un redoble de tambores, ya que la “solución” si la racionalizamos a la actualidad, es básicamente algo que muchos “prohíben” y ven como “malo” y otros defienden como “auto exploración”. Sí, amable y sagaz lector, estas pacientes recibían un tratamiento conocido como “masaje pélvico” que sólo podía ser impartido por un médico profesional o en el “peor” de los casos por una comadrona.

Si usted es un poco más lento en leer entre líneas las sutilezas, le aclaro, dicho “masaje” no era nada más ni nada menos que la estimulación manual de los genitales de la mujer por el doctor hasta llegar al orgasmo, que, en el contexto de la época, se denominaba «paroxismo histérico», al considerar el deseo sexual reprimido de las mujeres una enfermedad.

Pero no crea que esto se lo sacaron de la manga, pues fue realmente Galeno, un importante médico del siglo II, quien escribió que la histeria era una enfermedad causada por la “privación sexual en mujeres”, siendo frecuentemente diagnosticada en vírgenes, monjas, viudas y, en ocasiones, mujeres casadas. La prescripción en la medicina medieval y renacentista era el coito si estaba casada, el matrimonio si estaba soltera y el masaje de una comadrona o médico como último recurso.

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La evolución de la “solución”

Rachael P. Maines, autor de “The Technology of Orgasm: Hysteria, the Vibrator, and Women’s Sexual Satisfaction”, ha observado que estos casos eran muy ventajosos para los médicos, dado que no había ningún riesgo de que la paciente muriese pero necesitaba tratamiento constante. El único problema era que los médicos no disfrutaban con la tediosa tarea del masaje. La técnica era difícil de dominar para un médico y podía tomar horas llegar al «paroxismo histérico». Derivarlas a las comadronas, una práctica por otra parte habitual, era una pérdida de oportunidades de negocio para el médico.

Para “evitarle la fatiga” al marido (muchas veces ausente en la época) y al “pobre” médico, fue la invención de los aparatos para proporcionar masajes. De hecho, a finales del siglo XVIII en Bath se vendían dispositivos de hidroterapia y a mediados del siglo XIX eran un accesorio popular en los complejos de balnearios de lujo de Europa y los Estados Unidos.

Desde 1870 los médicos dispusieron del primer vibrador mecánico y en 1873 se empleó el primer vibrador electromecánico en un asilo de Francia.

Aunque los médicos de la época reconocían que el desorden provenía de la insatisfacción sexual, parecían reticentes a admitir el propósito de los dispositivos empleados para tratarlo, es decir no era un objeto de placer sexual, sino una “solución” de los médicos para un “PROBLEMA”.

Pero sobre todo, no, obviamente no, este no podía ser un juguete de habitación y mucho menos verse como algo natural, porque, pues también rezaba un dicho que los actos de cama no eran “ni por vicio, ni por fornicio, sino por poner un hijo más a tu servicio”…

¿Nadie le dijo a los doctores que se les iba a caer la mano por andar “tocándole allá” a las mujeres casaderas?, ¿O quizás no se les ocurrió instar el diálogo y generar un preámbulo mucho más satisfactorio de ambos lados previo al encuentro sexual?

Eso, eso jamás lo sabremos, lo que sí es que también por eso a muchas mujeres se les sugirió después comprar una yegua y salir a galopar diario sentadas en ancas sin silla…

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La “histeria” en la modernidad

Gracias a la vida, la ciencia avanzó, las revoluciones y la liberación de la mujer que hasta pudo usar jeans y fueron luego popularizados por Coco Chanel, también trajo una nueva conciencia de la genitalidad que los hippies y la difusión abierta de la sexualidad, (y la afortunadísima invensión y desestigmación del condón), promovieron aún más.

Además, se logró soslayar el conflicto entre el sexo como reproducción y como satisfacción, siendo así que acabada la Época Victoriana, (1800), e iniciando los 1900 o mejor dicho a lo largo de los primeros años del siglo XX, decayó el número de diagnósticos de histeria femenina.

También se ha argumentado que todo lo que cambió fue la consideración de los médicos, y la historia está a favor de la teoría que afirma que fueron Sigmund Freud y Jean-Martin Charcot los que propiciaron que desapareciera la histeria como enfermedad al profundizar en el estudio de la mente.

A medida que las técnicas de diagnóstico mejoraban, el número de casos decreció hasta que no quedó ninguno y así mandamos al trasto la “histeria” que fuera sólo una malinterpretación de mujeres sexualmente reprimidas, falta de educación sexual, conocimiento científico reducido, exceso de tabús religiosos y pseudo moraloides y probablemente el alfabetismo que la lectura y el poder conocer modelos anatómicos nos regaló.

¡Bendito siglo XXI, pues!
Post data, si alguien tiene antojos de “quitarle la histeria” a su mujer u hombre, ande y hágalo, porque las actividades amatorias, así como los “ósculos”, (que significan beso, ¡no se espante!), queman una buena cantidad de calorías y liberan endorfinas, serotonina y hasta estimulan la creación de colágeno.

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