Santas María de Cleofás y Salomé, dos nombres casi borrados del recuerdo, fueron testigos silenciosas del sacrificio, del dolor… y de la resurrección. Esta es su historia.
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¿Por qué hablar de María de Cleofás y Salomé hoy?
En el mundo del santoral cristiano, los nombres de María Magdalena o la Virgen María resuenan con fuerza. Sin embargo, María de Cleofás y Salomé también estuvieron allí, en el momento más decisivo de la historia cristiana: la crucifixión y resurrección de Jesús. Su memoria se celebra cada 24 de abril, una fecha discreta en el calendario litúrgico, pero de enorme significado para quienes buscan redescubrir las raíces de la fe desde los márgenes del protagonismo.
¿Quién fue María de Cleofás y qué papel tuvo en la vida de Jesús?
María de Cleofás es nombrada en los Evangelios como una de las mujeres que acompañaron a Jesús hasta la cruz. Según el Evangelio de Juan (19:25), ella estaba “junto a la cruz de Jesús”, al lado de la Virgen María y María Magdalena. Era probablemente esposa de Cleofás (posiblemente pariente de San José) y madre de Santiago el Menor, uno de los apóstoles.
Aunque los evangelios no profundizan demasiado, la tradición sostiene que María de Cleofás formó parte de las primeras seguidoras del Mesías, acompañándolo en su ministerio y hasta su sepulcro. Su fe fue valiente y silenciosa, como tantas otras mujeres que sostienen el mundo sin pedir aplausos.
¿Y Salomé? ¿Cuál fue su vínculo con Jesús y la primera comunidad cristiana?
Salomé, por su parte, es una figura algo más enigmática. Aparece en Marcos 15:40 como una de las mujeres que miraban de lejos la crucifixión. Según algunas interpretaciones, podría ser madre de los apóstoles Santiago el Mayor y Juan, los llamados “Hijos del Trueno”.
Esta Salomé no solo fue madre de apóstoles, sino testigo de la tumba vacía, como se relata en Marcos 16:1. Ella, junto con María Magdalena y María de Cleofás, fue de las primeras en recibir el anuncio: “¡Ha resucitado!”. Es decir, estuvo entre las primeras mensajeras del milagro más grande del cristianismo.
¿Por qué su devoción ha quedado en segundo plano?
La historia ha sido muchas veces contada desde los púlpitos de lo masculino. Los nombres de María de Cleofás y Salomé quedaron en la sombra de figuras más conocidas, a pesar de haber vivido los mismos eventos. Tal vez por eso, su santoral se mantiene discreto, celebrado solo por algunos fieles cada año.
Pero su discreción no minimiza su valor. Al contrario: realza la esencia del cristianismo primitivo, donde la fidelidad, el amor silencioso y la entrega total eran virtudes esenciales. Hoy, redescubrirlas es reivindicar el papel de las mujeres en la historia de la salvación.
¿Qué enseñan María de Cleofás y Salomé a los creyentes de hoy?
En tiempos donde se busca el sentido entre tanto ruido, estas dos santas invitan al recogimiento, a la fe sin espectáculo, a la presencia constante incluso en el dolor. Nos enseñan que no hace falta estar en el centro de la escena para cambiar el curso de la historia.
Ellas estuvieron en la cruz, en el sepulcro… y en la resurrección. Testigos de la fe hasta el final.
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