El 24 de abril no es solo una fecha más en el calendario litúrgico. Es el día en que se honra la vida, la pasión y el martirio de San Fidel de Sigmaringa, un hombre que cambió la espada por el hábito, y murió defendiendo su verdad. ¿Quién fue este intrépido santo que enfrentó a sus enemigos con las armas del espíritu y la palabra?
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¿Quién fue San Fidel de Sigmaringa antes de ser santo?
Nacido en 1577 en la ciudad alemana de Sigmaringa, Markus Roy —nombre de pila de San Fidel— creció en una familia acomodada y recibió una excelente educación. Estudió derecho y filosofía, convirtiéndose en un abogado brillante y respetado en Friburgo. Sin embargo, al ver la corrupción del mundo jurídico y su propio deseo de una vida más pura, tomó una decisión radical: renunció a su carrera y riqueza para abrazar la vida religiosa.
Ingresó a la Orden de los Capuchinos, rama reformada de los franciscanos, y adoptó el nombre de Fidel, que significa “fiel”. Desde el inicio de su vida monástica, destacó por su fervor espiritual, su austeridad y su deseo de vivir conforme al Evangelio.
¿Por qué fue enviado a tierras hostiles?
Durante el siglo XVII, en pleno conflicto entre católicos y protestantes, el Papa envió a Fidel como misionero a los Grisones, en Suiza, una región convulsionada por las tensiones religiosas. Su misión era clara: reconvertir a los protestantes al catolicismo mediante la predicación y el testimonio. Pero lo que encontró fue odio, violencia e incomprensión.
A pesar de los peligros, San Fidel predicaba con pasión, convencido de que sus palabras podían cambiar corazones. Sabía que su vida corría peligro, pero nunca retrocedió. Incluso llegó a escribir: “El peligro me resulta dulce, porque es por Cristo que lo enfrento.” Una frase que se volvería profética.

¿Cómo fue su martirio?
El 24 de abril de 1622, tras dar un poderoso sermón en la iglesia de Seewis, fue emboscado por un grupo armado que le exigió renegar de su fe católica. Al negarse, fue golpeado brutalmente y asesinado con espadas. Murió diciendo: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.”
Ese día, San Fidel se convirtió en mártir, y su sacrificio impactó profundamente tanto a católicos como a protestantes. Su muerte fue un testimonio vivo del poder del perdón, la fidelidad y la entrega total.
¿Por qué se celebra el 24 de abril?
El 24 de abril marca el aniversario de su martirio y su paso al cielo como testigo fiel de Cristo. La Iglesia lo canonizó en 1746, reconociendo la valentía de su fe y su ejemplo como misionero. Desde entonces, esta fecha se convirtió en su festividad, y es especialmente recordado por los capuchinos y comunidades donde predicó.
Cada año, en iglesias de Alemania, Suiza e Italia, se celebran misas en su honor, y su historia sigue inspirando a quienes defienden la verdad con amor y sin violencia.
¿Qué lecciones nos deja San Fidel hoy?
En un mundo lleno de conflictos ideológicos y divisiones, San Fidel de Sigmaringa nos recuerda que la coherencia entre lo que se cree y lo que se vive es la mayor fuerza de transformación. Su vida nos enseña que el amor a la verdad exige valentía, y que a veces, ser fiel implica estar dispuesto a perderlo todo... menos la esperanza.
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